A continuación, reproducimos íntegramente la Carta al Director de la señora Marta Cruz-Coke de Lagos, ex Presidenta de AdCultura, que fue publicada por el Diario El Mercurio.

Marta Cruz-Coke de Lagos es actualmente Presidenta de la Corporación de Patrimonio Religioso y Cultural de Chile y cuenta con una vasta trayectoria en el ámbito cultural, siendo la primera mujer en dirigir la Biblioteca Nacional y la DIBAM, además de la primera Presidenta de la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile. El año 2012 recibió el Premio Nacional a la Gestión Cultural, entregado por AdCultura.

Señor Director:

Nos anuncian que el Teatro Municipal se llamará en adelante Municipal de Santiago, Ópera Nacional de Chile. Se nos explica que esto forma parte de una operación modernizadora. Parece que con este nuevo nombre entraremos más fácil y elegantemente en los círculos musicales internacionales. Desde luego, es un nombre mucho más largo y, claro, resonante. ¿Nos estamos encaminando acaso a un futuro en que podamos hablar de la Ópera de Santiago, así como hoy se habla de la Ópera de París?

Parece también, así lo explica un experto en el tema, que la palabra ópera es prestigiosa y engloba, claro está, el ballet y una amplia gama de manifestaciones musicales y artísticas, olvidando que la ópera es un género musical muy específico y que requiere, para disfrutarlo de verdad, de un nivel también específico de cultura y conocimientos reservados, hasta ahora por lo menos, a grupos de élite.

Así pues, el cambio de nombre no beneficiará al pueblo al que se quiere llegar y conquistar. Para los usuarios que por años fuimos a oír conciertos y ver danzas desde las alturas de las galerías para luego ir bajando, con los años, hasta los asientos de platea con sus terciopelos de tanto en tanto renovados será motivo de confusión. Porque la palabra municipal es un genérico que puede aplicarse -y se aplica- a muchas y muy diversas formas de espacios para espectáculo. Hay, por ejemplo, y a mucha honra, estadios municipales de fútbol.

Nuestra cultura nacional se destaca por cubrir los hechos inexistentes con palabras que intentan reemplazarlos. Así, contaba mi padre, los indígenas de un lejano pueblo en los años de sequía simulaban los beneficios de la lluvia levantando sacos llenos de cereales imaginarios. Así, en Chile, para distraer a la opinión pública o imaginar modernidad, se cambian los nombres de calles y regiones. Son innumerables las calles de Santiago que hemos visto cambiar de nombre. Nuestras bellas regiones, caracterizadas por sus particulares nombres originarios, son ahora regiones numeradas.

¿Qué intenta cubrir este cambio de nombre de nuestro Teatro Municipal? Una tradición como la de este teatro nuestro solo se rompe cuando hay para ello una razón de ser respecto de la naturaleza específica de un teatro municipal, donde el proyectado cambio tiene lugar en las zonas profundas donde se genera la acción renovadora. ¿Dónde está el proyecto visionario de futuro que transforme al teatro en un centro vivo de la cultura musical chilena? Que no solo traiga al país artistas extranjeros de alto nivel y de todo orden, sino que también pueda ser el motor social de una expansión del tema de la música en las escuelas y centros de cultura.

No soy experta ni música, pero sí amo mi patrimonio cultural nacional. Y el Teatro Municipal forma parte intrínseca de ese patrimonio. Y, tal vez, el momento ha llegado no de cambiarle el nombre, sino de estudiar cuál es el rol que este teatro debe jugar en el futuro del arte musical chileno.

http://www.elmercurio.com/blogs/2016/09/25/45282/Cambio-de-nombre-del-Teatro-Municipal.aspx